Lince ibérico en MadridBIOLOGÍA | Especies amenazadas'En Madrid hay linces, siempre los ha habido y seguirá habiéndolos'
Rastro de un lince fotografiado por Juan Luis Reguilón en la Comunidad de Madrid. | J. L. R.
El naturalista Juan Luis Reguilón asegura que el felino vive en la provincia
Asegura haberlo visto y aporta fotografías de huellas, letrinas y otros rastros
Pedro Cáceres | Madrid
Actualizado lunes 09/11/2009 21:52 horas
Juan Luis Reguilón nació en Zarzalejo, un pueblo de la Sierra de Guadarrama entre Madrid y Ávila, y conoce al dedillo todas estas tierras, que ha pasado 30 años estudiando. Ha publicado obras de investigación y ha sido representante de entorno rural y medio ambiente de un programa europeo LEADER para la zona. Pero los dos últimos años los ha pasado, sobre todo, siguiendo el rastro al lince.
Un animal cada vez más raro. En los años 80, los censos decían que vivían unos 1.000 en España y algunos en esta zona madrileña. Ahora, los expertos afirman que sólo hay en Doñana y Sierra Morena. Pero Reguilón cree que no, que el lince nunca se ha ido de Madrid. Él lo ha visto, una vez. Y además ha seguido sus rastros y está convencido de que el lince está aquí.
De hecho, los científicos certificaron en 2006 que un excremento de la zona del Alberche tenía ADN de lince. Hubo polémica sobre si lo era o no, pero el último análisis lo dio por confirmado. Reguilón afirma que también campea por este monte de La Herrería de El Escorial, propiedad de Patrimonio Nacional, en la cuenca del río Guadarrama, donde responde a la entrevista.
PREGUNTA.– ¿Qué le hace afirmar que hay linces en Madrid?
RESPUESTA.– Las evidencias que he encontrado, como huellas, excrementos, rastros de caza... y porque lo he visto y porque lo ha visto más gente.
Pedro Cáceres
Juan Luis Reguilón, en El Escorial, donde asegura que campean los linces
PREGUNTA. ¿Cómo fue su avistamiento?
RESPUESTA. En marzo de 2008, una tarde de aire infernal, se me cruzó a 200 metros un animal que era leonado, con una raya blanca -las patillas- en la parte trasera de la cabeza, grupa trasera blanca, porque en la lejanía se pierden los moteados típicos de la especie, y rabón, o colín, como dice la gente por aquí. Fue poco tiempo para tomar una foto, pero lo bastante para que me quedara claro que no podía ser ningún otro mamífero. Pero en realidad yo llevaba detrás de él cinco o seis meses por esa fecha, así que es lógico que se cruzara conmigo. Desde 2007 estaba siguiéndole el rastro todos los días buenos desde que encontré unas huellas raras, muy características por el amplio arco de sus dedos que me sorprendieron. Podían ser de lince, pensé.
PREGUNTA. ¿Y ese rastreo de meses qué resultados dio?
RESPUESTA. Encontré numerosas huellas y evidencias de presencia de lince en distintos territorios de esta comarca y en todas las épocas del año. También he recopilado citas sobre el lince en la zona. Las hay de mediados del siglo XX, pero también de hace 20 años, de hace una década, hasta de hace un año y de unos meses. Aparte de mí hay seis personas de esta comarca que han visto linces en los últimos dos años, pero avistamientos y citas son frecuentes en otras zonas de la sierra oeste, que no he tenido tiempo de prospectar.
Para confirmarlo, Juan Luis Reguilón me presentará poco después a una de ellas. Víctor, un paisano de un pueblo cercano que me cuenta cómo una mañana, este mismo verano, se encontró de bruces con un lince en su huerta. Un gran felino, del tamaño de un perro pequeño al que le vio «las orejas de pincel». Después, el animal, asustado, dio un par de saltos, según el viejo agricultor, y subió por una pared de roca de cinco metros casi vertical y escapó. Víctor tiene claro que no era un gato. Era un lince, afirma, del color de las piedras, tirando al gris de los berrocales de granito de la zona.
PREGUNTA. ¿Cómo puede ser que oficialmente se diga que no hay lince?
Foto: Juan Luis Reguilón
Fotografía tomada en Madrid de rastros dejados por los linces para enterrar sus excrementos.
RESPUESTA. No creo que se haya buscado bien. Y en eso intervienen varias cuestiones. Últimamente el campo se mira desde proyectos, desde oficinas y subvenciones y no se mira desde el punto de vista de la curiosidad y sin pretensiones económicas, que es lo que me ha llevado a mí a hacer este esfuerzo de dos años para resolver una pregunta que me hacía desde hace muchos. Saber que el lince vive en Madrid es importante, porque mientras se dé por hecho que no está, habrá más manga ancha en el manejo de su territorio.
Y sin embargo, ha habido poca búsqueda técnica y científica, y ésta además puede cometer errores. Por ejemplo, la obsesión con el ADN. Esta es una técnica útil, pero sirve de poco si no se emplea bien y nunca como única metodología para saber de la existencia del lince. Por dar un simple ejemplo: entre febrero y octubre, dependiendo del buen tiempo, es imposible hallar excrementos de linces en el campo, porque los insectos los hacen desaparecer enseguida. Quien pretenda hallarlo no teniendo en cuenta este aspecto y busque excrementos en unas cuantas salidas al campo no lo conseguirá. Tampoco se han utilizado otras metodologías tan precisas como el ADN, como el rastreo de pelo de la fauna de la comarca. Pero en este y en otros casos la mirada de un rastreador experto y la dedicación pueden conseguir aquello que nadie era capaz de poner en claro. Un rastreador experimentado conoce cada elemento natural. ¡En algunos países son utilizados como apoyo para la vigilancia de espacios y de fauna protegida! Este oficio no se aprende en dos días. Más que tiempo y dedicación, son la experiencia y el conocimiento de muchas áreas de las ciencias naturales y de la geografía de la comarca los aspectos que han sido necesarios para concluir que hay lince aquí.
PREGUNTA. Reivindica por tanto al biólogo de bota, al que pisa el campo cada día.
RESPUESTA. Claro. El rastreo es un oficio ancestral que posiblemente aún siga en nuestros genes. Piensa que nuestros antepasados no sabían de la ciencia actual, pero cazaban linces. ¿Y cómo lo hacían? Pues siguiendo los rastros, conociendo el terreno, viendo por donde entraba y por donde salía. Estaban todo el día en el campo y lo veían todo. Sobre todo los ceperos y los cazadores de conejos, que eran los que sabían sobre «el de las orejas listas». Esa es la diferencia. Ahora el campo está vacío, abandonado, hay poca gente que lo entienda, a los paisanos tampoco se les deja gestionarlo, los pastores desaparecen... Y lo peor es que nadie mira lo que pasa en el día a día con una visión curiosa y lógica como la de los niños.
PREGUNTA. ¿Por qué ha decidido anunciar sus hallazgos?
RESPUESTA. Cuando un ciudadano conoce un hecho singular e importante para la comunidad tiene la obligación de comunicarlo. Creo que en esta comarca al lince le ha ido mejor de lo que se dice desde aquel censo de Delibes en los 80, que por cierto no estaba tan mal realizado y aseguraba que los había aquí en un número cercano a los 11 ejemplares. Yo ahora he sacado mis propias conclusiones y puedo asegurar que en Madrid hay linces, siempre los ha habido y seguirá habiéndolos. El número ya se verá en un censo realizado del modo más adecuado.
PREGUNTA. ¿Qué cree usted que se debería hacer sobre el lince en Madrid?
RESPUESTA. El Escorial y la sierra oeste de Madrid fueron bosques de la Corona muy importantes y tienen grandes densidades de caza menor. El valle del Alberche y el Guadarrama merecerían una figura de conservación más adecuada que la que actualmente tienen. Estos animales que nos acompañaron durante tanto tiempo deben de ser adecuadamente conservados. Es necesario que Patrimonio Nacional, a quien pertenece La Herrería, la Casa Real, la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Medio Ambiente hagan un esfuerzo para completar un censo y conservar el lince. En estos tiempos de crisis este acontecimiento puede ser positivo, ser un motor de actividad y servir para conservar las fincas y los hábitats. Hay que desterrar esa mala imagen de que las especies protegidas son un obstáculo para el hombre. La conservación del lince en Madrid en realidad debe beneficiar la estimación por estos pueblos y sus habitantes, que son los que durante siglos han logrado que la especie siga aquí.
Una gran noticia para todos los amantes de la naturaleza.
Texto integro del mundo.es